La sexy invisibilidad



Me pidió que en su bolso buscara sus pantys nuevas. Yo meto la mano y encuentro una panty suelta. Es esta? se la pongo en la mano ella la explora con los dedos, reconoce la textura y me dice que no. Encuentro un envase, estas son. Son de malla fina, como de bailarina de cabaret, tienen liga, son rojas. Ella no las ve pero si las reconoce y las imagina al leer con sus manos la textura. Se pone primero una y la estira sobre su pierna de mujer bella y madura. Luego se pone la otra. Yo le pregunto si la puedo ayudar y ella me dice que sí. Yo pregunto si la puedo tocar para explicarle, ella dice nuevamente que sí. Muevo la posición de la liga, le explico que para la foto podemos subir la falda hasta un borde en que se vea seductora la pose, guardando elegancia. Le hablo de una foto que ella nunca verá y ella confía en mí, me dice que está bien. Mete la mano en la mochila y saca una camiseta: es como una malla con muchos calados grandes. Se la pone, la espalda se ve bella. De frente se escapa un pezón entre el calado, ella trata de taparlo pero se escapa entre las fisuras. La camiseta también es roja, pero ella no lo ve, solo reconoce la textura sobre su piel. Yo le digo que no se preocupe, que me encargaré de que su chaqueta solo muestre el escote, que nada se verá de más. Ella confía. Le pinto los labios, no necesita nada más, es bella su piel y también su pelo oscuro, como la oscuridad que sus ojos ven.

Me dice que se levanta todos los días a las cinco y media a hacer pan y después sale a venderlo. Que lo pasa bien con su pareja, tan ciego como ella. Le pongo una falda que yo llevé, justo es roja: eso que tanto importa en el mundo de los colores que vemos. Él la espera fuera. Yo le pregunto si él sabe que ropa ella se ha puesto, ella dice que no. Salimos del baño, se apoya en mi hombro y caminamos. Yo le relato lo que hay a nuestro paso, describo mesas, pasto, piscina, parritas pequeñas, el suelo y sus irregularidades. La espina de una rosa razguña mi brazo. La rosa a ella no le hace nada. Ella me dice que es bonito. Llevamos a él y a ella al sillón de la sala. Yo describo el lugar, hago que él toque la textura de la pared, la madera y la piel rugosa de la muralla, le decribo la ventana, los vitrales, el color del sillón, como entra la luz, la piel de vaca sobre el suelo como alfombra. Ella siente el suelo a través del calado de la panty. Dicen que es bello el lugar. Nosotros decimos que sí.

 La guío para que se siente, le digo que se tienda, tomo su pierna , la flecto, se ve la liga. Siento a él a su lado, le llevo la mano a su liga, para que la agarre. Él la toca, reconoce la textura, la imagina y se alegra. Así nace una foto, como un disparo al aire, sin destino, esa que solo veremos nosotros, esa que no llegará nunca al puerto de sus dormidas retinas. Él la piropea, como si estuvieran solos, ella se ríe, nosotros también. Nosotros, los que creemos que vemos lo que ellos no ven. Proyecto: La Belleza Diversa. Fotografía: Carlos Candia. Locación: Divasto restaurant. Gracias infinitas a Enzo Divasto Bacelli 





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