Mi desquite



Mi palabra ha formado a quienes dan salud a mi Pueblo. La palabra escrita, la palabra hablada y la práctica en el territorio han sido mi herramienta para propagar el buen vivir. Poner la vida en el centro, luchar contra la voracidad de un sistema desigual que aplasta siempre y con más fuerza a los más frágiles, ha guiado mi actuar.

Lo injusto, lo que no merecemos, durante años se hizo habitual. Cargamos por mucho tiempo pesares privados, que no eran sino sentires públicos.
Nos habituamos a que aquello que nos parecía inmerecido, pudiera ser un “no tema” para la autoridad, pero eso se acabó, pues la conciencia que año a año se sembró dio frutos.
Hoy no uso la palabra para irrumpir, ni las aulas, ni la cátedra.
Hoy es la imagen de mi propio cuerpo la que irrumpe a través de una fotografía para defender mi derecho y el derecho de todas las mujeres a habitar su cuerpo con propiedad.
Uso la forma y sus gestos para evidenciar que hay sangre en mis venas y que mi corazón palpita en su sentir. El buen vivir no puede sino comenzar en nuestra piel.
La publicidad patriarcal y el imaginario que despliegan, me invitan a mí y a todas las mujeres a marginarnos del requisito, sin encajar en el catálogo de condiciones de los cuerpos que merecen.
Por eso mi foto revierte e interpela el modelito. Por eso mi desquite es decirte sin tapujos que me aprendí bella, que me liberé de las fronteras de la vitrina y de su talla perfecta.
Subversiva te digo que amó la vida y los placeres que me depara, que no me detengo en mi fluir.
Mi revancha es destruir el estereotipo, es remecer el tablero, es indicar con cadencia y decisión: la belleza solo puede ser diversa.

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