La alegría que ayuda a cicatrizar






Mi pelo era bello, largo y crespo, de color cobrizo. La gente en la calle me preguntaba si me lo teñía. Me gustaban también mis pechos, su forma. Ambas cosas eran las que más me gustaban de mí. 

Con el tratamiento mi pelo se comenzó a caer de  poco. Cada día  encontraba mechones por todas partes. Lo más práctico era sacarlo todo de una vez. Primero tuve cáncer de mama. Para mi reconstrucción me sacaron parte del abdomen, esa debe haber sido la intervención que más me ha dolido. Después me diagnosticaron metástasis ovárica y ósea. 

Mi cuerpo sabe de tránsitos y revolcones de la vida inesperados. Cuesta comprender porque las cosas son así, pero de una u otra forma se saca fuerzas para salir adelante, para superar el dolor físico y también el cansancio.

Yo tengo dos hijos y tenía que estar bien para ellos: quería verlos crecer y eso me impulsaba a persistir, a salir adelante. Mi hija se tituló de terapeuta ocupacional. Mi hijo es médico y ha decidido ser sacerdote. Los diagnósticos dejan huella también en los oficios de quienes me aman.

Pero sabes?  Soy alegre, soy la revoltosa del grupo de teatro. No pierdo el humor y eso me da energías.  Me gusta compartir con personas diferentes, de distintas edades, me gusta ver la vida desde distintos puntos de vistas.   

Compartir espacios creativos, artísticos también sana, ayuda a la recuperación. Estar enlazada con otros es mucho mejor que estar sola pues así todo cicatriza mucho más rápido.

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